Influencias en el pensamiento de Ferrer
Francesc Ferrer ha sido una figura bastante heterodoxa y, en consecuencia, incómoda para quien pretende realizar interpretaciones estáticas de él. A Ferrer, como a muchos otros personajes, las etiquetas no le sientan demasiado bien. Cifrar las influencias de las que su pensamiento se nutre sería una tarea interminable; bástenos tener en cuenta la presencia de aspectos del laicismo escolar catalán, de los grupos de renovación pedagógica, de la tradición escolar anarquista, del positivismo de Comte, del positivismo pedagógico de Spencer, del librepensamiento o la masonería; incluso podemos rastrear algunos aspectos de Marx.
La influencia más conocida, quizá también la más relevante, fue la de la pedagogía socialista, que le llegó de la mano de Paul Robin (1837-1912), un educador francés libertario y neo-maltusiano que practicó con vehemencia la coeducación de sexos. Se ha dicho, no sin razón, que también tuvo su gran impacto el plan de Trinidad Soriano presentado al Congreso de Zaragoza de abril de 1872, y que el traductor de la Escuela Moderna Anselmo Lorenzo consideró que “era un trabajo precursor de la enseñanza racionalista de la Escuela Moderna; con la única diferencia de que aquél era una idea fugaz expuesta en un medio circunstancial, mientras que ésta ha constituido el pensamiento y la voluntad de un propagandista enérgico y entusiasta, como Ferrer, que ha dado su vida por su ideal y ha dejado muchos continuadores.“
Si en la biografía de Ferrer existen varios puntos que demandan más investigación, la reconstrucción de la red de amistades parisinas está entre los preferentes. Además de Kropotkin, Grave, Reclus, Ferrer entabló buenas relaciones con Tarrida del Mármol, Louise Michel o Jaume Brossa, por citar sólo algunos nombres. Sin lugar a dudas, además de un buen número de contactos, en París elaboró la mayoría de ideas que luego iluminarían su práctica pedagógica.
Entre sus relaciones personales, especial atención merece el estudio, como ha indicado Pere Solà, de Carlos Malato, uno de los principales amigos franceses de Ferrer. Malato no ha recibido la atención que se merece por parte de los estudiosos. La relación entre ambos debió ser muy estrecha puesto que Malato era el encargado de los negocios del de Alella en París. Además, Ferrer le pidió que le completara su manuscrito sobre la Moral Científica, un hecho insólito que demuestra el alto grado de confianza que le profesaba.
Aparte de lo dicho, cabe destacar la influencia que ejerció en Ferrer el hecho de permanecer en un país republicano. Rápidamente apreció que no podía dejarse la educación en manos de los gobiernos, fueran del signo que fueran, que todo estado estaba interesado en mantener inamovible los privilegios y las injusticias, y practicaba un adoctrinamiento sistemático del pueblo, y supo también que la burguesía tenía un interés poco disimulado en la enseñanza. Él, como pocos en su época, se apercibió de que el control de la escuela y la extensión de la educación tenían relación con la transmisión partidista de una visión del mundo. Puesto que constatar los ejemplos sería una tarea extenuante, permítasenos sólo uno: “Como enseñanza política hay, la establecida en Francia poco después de la caída del Imperio, encaminada a exaltar el patriotismo y a presentar la administración pública actual como instrumento de buen gobierno”. Ferrer, en definitiva, critica el surgimiento de una ciudadanía a partir de unos presupuestos concretos y parciales alejándose de la escuela promovida por Jules Ferry y el neutralismo escolar, que contactó, sin embargo, con Ricardo Mella. Todos estos datos cobran relevancia si tenemos presente que Francia era considerada por muchos republicanos españoles como el camino a seguir.
La crítica de Ferrer al estatismo francés resultó iluminador para el movimiento anarquista y popular, tanto o más que el proceso de laicización que Ferrer vivió en su exilio parisino y que no dejó de criticar. De todo ello concluyó que no era posible una República (como él la entendía) sin un cambio social profundo y estructural. Lo que apreciará en Francia un ojo avisado y crítico es un cambio de nombres más que una transformación real. En definitiva, la aproximación a posturas más cercanas al anarquismo se produjo por esa vía y por esas experiencias ya que fue en su estancia francesa donde Ferrer se desengañó de la política.Ya que de la vinculación con Francia estamos tratando, resulta relevante determinar las causas de su exilio parisino, acaecido oficialmente el 23 de septiembre de 1886. Un tema que no es baladí. Siempre se ha vinculado el exilio (o emigración) con intentonas revolucionarias, por un lado, destacando así su carácter de “revolucionario lúdico, juguetón y superficial. La otra razón que se aduce hay que buscarla en la conflictiva relación que mantenía con Teresa Sanmartí, su mujer. Lo cierto, sin embargo, es que las causas concretas nos son desconocidas objetivamente. Sólo cabe la conjetura
Francesc Ferrer ha sido una figura bastante heterodoxa y, en consecuencia, incómoda para quien pretende realizar interpretaciones estáticas de él. A Ferrer, como a muchos otros personajes, las etiquetas no le sientan demasiado bien. Cifrar las influencias de las que su pensamiento se nutre sería una tarea interminable; bástenos tener en cuenta la presencia de aspectos del laicismo escolar catalán, de los grupos de renovación pedagógica, de la tradición escolar anarquista, del positivismo de Comte, del positivismo pedagógico de Spencer, del librepensamiento o la masonería; incluso podemos rastrear algunos aspectos de Marx.
La influencia más conocida, quizá también la más relevante, fue la de la pedagogía socialista, que le llegó de la mano de Paul Robin (1837-1912), un educador francés libertario y neo-maltusiano que practicó con vehemencia la coeducación de sexos. Se ha dicho, no sin razón, que también tuvo su gran impacto el plan de Trinidad Soriano presentado al Congreso de Zaragoza de abril de 1872, y que el traductor de la Escuela Moderna Anselmo Lorenzo consideró que “era un trabajo precursor de la enseñanza racionalista de la Escuela Moderna; con la única diferencia de que aquél era una idea fugaz expuesta en un medio circunstancial, mientras que ésta ha constituido el pensamiento y la voluntad de un propagandista enérgico y entusiasta, como Ferrer, que ha dado su vida por su ideal y ha dejado muchos continuadores.“
Si en la biografía de Ferrer existen varios puntos que demandan más investigación, la reconstrucción de la red de amistades parisinas está entre los preferentes. Además de Kropotkin, Grave, Reclus, Ferrer entabló buenas relaciones con Tarrida del Mármol, Louise Michel o Jaume Brossa, por citar sólo algunos nombres. Sin lugar a dudas, además de un buen número de contactos, en París elaboró la mayoría de ideas que luego iluminarían su práctica pedagógica.
Entre sus relaciones personales, especial atención merece el estudio, como ha indicado Pere Solà, de Carlos Malato, uno de los principales amigos franceses de Ferrer. Malato no ha recibido la atención que se merece por parte de los estudiosos. La relación entre ambos debió ser muy estrecha puesto que Malato era el encargado de los negocios del de Alella en París. Además, Ferrer le pidió que le completara su manuscrito sobre la Moral Científica, un hecho insólito que demuestra el alto grado de confianza que le profesaba.
Aparte de lo dicho, cabe destacar la influencia que ejerció en Ferrer el hecho de permanecer en un país republicano. Rápidamente apreció que no podía dejarse la educación en manos de los gobiernos, fueran del signo que fueran, que todo estado estaba interesado en mantener inamovible los privilegios y las injusticias, y practicaba un adoctrinamiento sistemático del pueblo, y supo también que la burguesía tenía un interés poco disimulado en la enseñanza. Él, como pocos en su época, se apercibió de que el control de la escuela y la extensión de la educación tenían relación con la transmisión partidista de una visión del mundo. Puesto que constatar los ejemplos sería una tarea extenuante, permítasenos sólo uno: “Como enseñanza política hay, la establecida en Francia poco después de la caída del Imperio, encaminada a exaltar el patriotismo y a presentar la administración pública actual como instrumento de buen gobierno”. Ferrer, en definitiva, critica el surgimiento de una ciudadanía a partir de unos presupuestos concretos y parciales alejándose de la escuela promovida por Jules Ferry y el neutralismo escolar, que contactó, sin embargo, con Ricardo Mella. Todos estos datos cobran relevancia si tenemos presente que Francia era considerada por muchos republicanos españoles como el camino a seguir.
La crítica de Ferrer al estatismo francés resultó iluminador para el movimiento anarquista y popular, tanto o más que el proceso de laicización que Ferrer vivió en su exilio parisino y que no dejó de criticar. De todo ello concluyó que no era posible una República (como él la entendía) sin un cambio social profundo y estructural. Lo que apreciará en Francia un ojo avisado y crítico es un cambio de nombres más que una transformación real. En definitiva, la aproximación a posturas más cercanas al anarquismo se produjo por esa vía y por esas experiencias ya que fue en su estancia francesa donde Ferrer se desengañó de la política.Ya que de la vinculación con Francia estamos tratando, resulta relevante determinar las causas de su exilio parisino, acaecido oficialmente el 23 de septiembre de 1886. Un tema que no es baladí. Siempre se ha vinculado el exilio (o emigración) con intentonas revolucionarias, por un lado, destacando así su carácter de “revolucionario lúdico, juguetón y superficial. La otra razón que se aduce hay que buscarla en la conflictiva relación que mantenía con Teresa Sanmartí, su mujer. Lo cierto, sin embargo, es que las causas concretas nos son desconocidas objetivamente. Sólo cabe la conjetura
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